
Objetivo
Concientizar al tiquito de la importancia de la Eucaristía en la vida cristiana y animarlo a tener como habito comulgar, ir a misa y adorar a Jesús en la eucaristía con frecuencia.
¿Qué es la Eucaristía?
La Eucaristía es el sacramento que hace presente, en la celebración litúrgica de la Iglesia, la Persona de Jesucristo (todo Cristo: Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad) y su sacrificio redentor, en la plenitud del Misterio Pascual de su pasión, muerte y resurrección.
El Señor nos invita a acoger la salvación que nos ofrece y a recibir el don de su Cuerpo y de su Sangre como alimento de vida eterna, permitiéndonos entrar en comunión con Él y en comunión con todos los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia.
Afirma el Concilio Vaticano II; “Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su Cuerpo y su Sangre, para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual “en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura”.
La eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana.
La Eucaristía es el sacramento más sublime, porque en él “se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y pan vivo, que, por su carne vivificada y vivificante por el Espíritu Santo, da la vida a los hombres”.
Además, la Eucaristía constituye la cumbre hacia la que todos los demás sacramentos en orden al crecimiento espiritual de cada uno de nosotros como creyentes y de toda la Iglesia. En este sentido el Concilio Vaticano II afirma que la Eucaristía es fuente y cima de la vida cristiana, el centro de toda la vida de la Iglesia. Todos los demás sacramentos y todas las obras de la Iglesia se ordenan a la Eucaristía porque su fin es llevar a los fieles a la unión con Cristo, presente en este sacramento (cfr. Catecismo, 1324).
Esta es también es fuente de la misión del cristiano y de la comunidad eclesial, porque infunde en el corazón la caridad de Cristo y la esperanza del reinado de Dios. Ayuda a la Iglesia a comprender su vocación y misión. Alimentándose del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la comunidad eclesial toma conciencia de que es enviada a anunciar y hacer presente el reinado de Dios en nuestra casa, escuela, trabajo, en fin, en nuestra sociedad.
“La Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada”.
En la Eucaristía nos unimos con Cristo y entre nosotros.
Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos.
La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.
Cristo Cabeza de la Iglesia, y su pueblo el cuerpo, y así como el cuerpo tiene diferentes miembros con tareas específicas, cada uno tiene una tarea específica e importante.
Mateo 26:26
¨Mientras comían, Jesús tomo en sus manos el pan y, habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio a los discípulos, diciendo: tomen y coman, esto es mi cuerpo.
El jueves santo, se conoce como la institución de la Cena del Señor; es el momento en que Jesús cenó por última con sus discípulos, pero también se convierte en la primera Eucaristía. En cada eucaristía Jesús renueva su sacrificio. ¿Qué es un sacrificio? Significa renunciar a algo de valor o muy preciado, ¿a qué renuncia Jesús? Jesús renuncia a su vida. Jesús no entrego su vida solo por aquellos que lo aman, lo hace por cada uno de nosotros pecadores y con defectos. El dio su vida por nosotros y no le basto con sufrir en la cruz, no le basto con los insultos que recibió, se quiso quedar con nosotros, Mt 28, 20. “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin”. Jesús tras su Sacrificio en la Cruz nos deja el ejemplo del amor hecho vida.
En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales.
Cuestionar que tanto se preocupan por vivir plenamente la Eucaristía.
Vamos a preguntarnos y a sincéranos ¿que tanto nos preocupamos por vivir la eucaristía como se debe? ya hemos visto y sabemos cómo Cristo se entrega por nosotros completamente en la eucaristía, pero ¿qué tan plena es nuestra manera de vivirlo? ¿Dejamos que Cristo se haga uno con nosotros? ¿Amamos con la medida que El no enseña? ¿Lo dejamos actuar en nosotros? ¿En verdad dejamos de vivir nosotros para Cristo viva en nosotros? Sabemos que Jesús se está sacrificando por nosotros y cada día su Sacrificio se renueva, pongamos todo esto sobre un pizarrón y pensemos que cosas pueden estar influyendo para que no vivamos la Eucaristía plenamente, una vez que las encontremos tenemos que darnos cuenta que no hay nada más grande que su amor, que podemos hacer un espacio para estar con Él, para estar presentes en el momento en que Jesús murió por nosotros y resucita para vivir plenamente en nosotros.
La Eucaristía nos trae beneficios a nuestra vida espiritual
Al recibir la Eucaristía, nos adherimos íntimamente con Cristo Jesús, quien nos transmite su gracia.
La comunión nos separa del pecado, es este el gran misterio de la redención, pues su Cuerpo y su Sangre son derramados por el perdón de los pecados.
Fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.
Preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.
Es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben el Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
Nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace caritativos.
Adoramos a la Eucaristía consumiendo a Jesús y contemplándolo en el santísimo.
Adoración Eucarística.
Siendo el pan una comida que nos sirve de alimento y se conserva guardándole, Jesucristo quiso quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no solo para servir de alimento a las almas que lo reciben en la sagrada Comunión, sino también para ser conservado en el sagrario y hacerse presente a nosotros.
En toda forma de culto a este Sacramento hay que tener en cuenta que su intención debe ser una mayor vivencia de la celebración eucarística. Las visitas al Santísimo, las exposiciones y bendiciones han de ser un momento para profundizar en la gracia de la comunión, revisar nuestro compromiso con la vida cristiana; el asomarse al silencioso misterio del Dios callado… Esta dimensión individual del tranquilo silencio de la oración, estando ante Él en el amor, debe impulsar a contrastar la verdad de la oración.
El cristiano, adorando a Cristo reconoce que Él es Dios, y el católico adorándolo ante el Santísimo Sacramento confiesa su presencia real, verdadera y substancial en la Eucarística. Los católicos que adoran no sólo cumplen con un acto sublime de devoción, sino que también dan testimonio del tesoro más grande que tiene la Iglesia.
El culto eucarístico siempre es de adoración. Aún la comunión sacramental implica necesariamente la adoración. Esto lo recuerda el Santo Padre Benedicto XVI cuando cita a san Agustín: “nadie coma de esta carne sin antes adorarla… pecaríamos si no la adoráramos” (SC 66). En otras palabras, la adoración también es comunión, no sacramental pero sí espiritual. Si la comunión sacramental es ante todo un encuentro con la Persona de mi Salvador y Creador, la adoración eucarística es una prolongación de ese encuentro. Adorar es una forma de permanecer en el amor del Señor.
Importancia de la palabra de Dios, en la misa.
Cristo está presente también en su palabra, puesto que él mismo habla cuando se leen en la Iglesia las Sagradas Escrituras (Eucharisticum Mysterium, 9).
La liturgia de la Palabra es celebración porque Dios se va a revelar y, de nuevo, va a conducir a su Pueblo, le va a mostrar su corazón misericordioso; esta revelación de Dios, esperada durante siglos, hoy también se va a verificar en Jesucristo, Palabra eterna del Padre, que se va a hacer presente, al igual que en la asamblea, cuando se proclame la Escritura, especialmente el Evangelio. Además, porque Dios, de nuevo, va a actuar y operar la salvación hoy en su Iglesia, porque lo anunciado en la Escritura, se hace vida, por el Espíritu Santo, en los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
Junto a la mesa está el ambón, es decir, el lugar desde el cual se proclama la Palabra de Dios: y esto indica que allí nos reunimos para escuchar al Señor que habla mediante las Sagradas Escrituras y, por lo tanto, el alimento que se recibe es también su Palabra. Palabra y Pan en la Misa se hacen una misma cosa, como en la última Cena, cuando todas las palabras y signos de Jesús se condensaron en el gesto de partir el pan y ofrecer el cáliz, anticipación del sacrificio de la cruz.
-S.S. Francisco
Catequesis 5 de febrero del 2014
“Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa misa”
-Padre Pio
“Como sea tu misa, así será tu fe. Como sea tu fe, así será tu moral. Como sea tu moral, así será tu vida. Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad”
-Monseñor Tihamer Toth