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Orar mejor
Oct 7, 2018
19 minutos de lectura

Introducción

(Mt 6,7-15) La oración es la gran puerta de entrada en la fe. Quien ora ya no vive de sí mismo, para sí mismo y por sus propias fuerzas. Sabe que hay un Dios a quien se puede hablar. Una persona que ora se confía cada vez más a Dios. Busca ya desde ahora la unión con aquel a quien encontrará un día cara a cara. Por eso pertenece a la vida cristiana el empeño por la oración cotidiana. Ciertamente no se puede aprender a orar como se aprende una técnica. Orar, por extraño que parezca, es un don que se recibe a través de la oración. No podríamos orar si Dios no nos diera su gracia. [CIC 2558-2565]

Punto uno: La Oración

1. ¿Qué es la oración?

La oración es la elevación del corazón a Dios. Cuando un hombre ora, entra en una relación viva con Dios. [CIC 2558-2565]

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice claramente que la oración es primero una llamada de Dios, y después una respuesta nuestra. La oración es, por lo mismo y ante todo, una gracia de Dios, es una comunicación entre Dios y nosotros. “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría.” (Santa Teresa del Niño Jesús). Formas de Oración.

  • Oración de Bendición: Pedir a Dios que nos llene de gracias y nos bendiga.
  • Oración de Adoración: Es reconocer humildemente al Todopoderoso y darnos cuenta de su poder, grandeza y santidad.
  • Oración de Petición: En esta oración le rogamos a Dios por las cosas que necesitamos.
  • Oración de intercesión. Rezar por los demás. Acordémonos todos los días de ganar gracias y pedir por los que nos rodean.
  • Oración de Acción de gracias. Como diría san Pablo: ¿tienes algo que no hayas recibido? Todo lo que tenemos lo hemos recibido de Dios. Agradecer a Dios significa amar y ser humildes al darnos cuenta que somos su criatura.
  • Oración de Alabanza. Sabemos que Dios no necesita aplausos, pero nosotros sí necesitamos reconocerle como Dios. Debemos demostrar nuestra alegría de ser hijos de Dios. Posturas al orar:
  • Postura de pie: expresa reverencia. También indica atención y disponibilidad. Por eso nos ponemos de pie para escuchar el Evangelio.
  • Manos extendidas: posición orante que indica alabanza.
  • Postura sentada: indica que el cristiano escucha en su interior. Medita la Palabra de Dios en su corazón.
  • Postura de rodillas: indica que la persona se hace pequeña ante la presencia de Dios infinito. Reconoce su total dependencia de Dios.
  • Postración: la persona adora a Dios.
  • Manos juntas: la persona se recoge dentro de sí y se une a Dios, evitando las distracciones exteriores. También indica el gesto inicial de petición.

2. ¿Para qué sirve la oración?

“El hombre no puede vivir sin orar, lo mismo que no puede vivir sin respirar”
(Juan Pablo II).

La oración es la llave que abre nuestro corazón y nuestra alma al Espíritu Santo; es decir, a su acción de transformación en nosotros. Al orar, permitimos a Dios actuar en nuestra alma -en nuestro entendimiento y nuestra voluntad- para ir adaptando nuestro ser a su Voluntad. [CIC 2825-1827].

Orar purifica. Orar hace posible la resistencia a las tentaciones. Orar fortalece en la debilidad. Orar quita el miedo, duplica las fuerzas, capacita para aguantar. Orar hace feliz.

La oración nos permite entrar en contacto íntimo y personal con Dios. Como cualquier relación personal a través de diálogo y trato frecuente se puede conocer y amar a la otra persona, así la oración para cualquier cristiano es un medio de comunión con Dios donde se le va conociendo y descubriendo cada día.

3. ¿Por qué es importante la oración?

La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle. En la oración se actualiza la fe en la presencia de Dios y de su amor. Se fomenta la esperanza que lleva a orientar la vida hacia Él y a confiar en su providencia. Y se agranda el corazón al responder con el propio amor al Amor divino.

En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo desde lo más hondo de sí misma (cfr. Catecismo, 2562), se une a Cristo, maestro, modelo y camino de toda oración cristiana (cfr. Catecismo, 2599 ss.), y con Cristo, por Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre, participando de la riqueza del vivir trinitario (cfr. Catecismo, 2559-2564). De ahí la importancia que en la vida de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.

4. ¿Qué podemos aprender del modo de orar de la Virgen María?

Aprender a orar con María es unirse a su plegaria: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Orar es, en definitiva, la entrega que responde al amor de Dios. Si como María decimos «sí», Dios tiene la oportunidad de vivir su vida en nuestra vida. [2617-2618, 2622, 2674]

2617 La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la Encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del Espíritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo (cf Lc 1, 38); en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo (cf Hch 1, 14). En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos. La que el Omnipotente ha hecho “llena de gracia” responde con la ofrenda de todo su ser: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Fiat, ésta es la oración cristiana: ser todo de Él, ya que Él es todo nuestro.

2618 El Evangelio nos revela cómo María ora e intercede en la fe: en Caná (cf Jn 2, 1-12) la madre de Jesús ruega a su Hijo por las necesidades de un banquete de bodas, signo de otro banquete, el de las bodas del Cordero que da su Cuerpo y su Sangre a petición de la Iglesia, su Esposa. Y en la hora de la nueva Alianza, al pie de la Cruz (cf Jn 19, 25-27), María es escuchada como la Mujer, la nueva Eva, la verdadera “madre de los que viven”.

El Rosario

La palabra Rosario significa “Corona de Rosas”. La Virgen María ha revelado a muchas personas que cada vez que rezan un Ave María le entregan una rosa y por cada Rosario completo le entregan una corona de rosas. Así como la rosa es la reina de las flores, el Rosario es la rosa de todas las devociones y, por lo tanto, es la más importante.

El Santo Rosario es considerado como la oración perfecta porque se meditan los principales misterios o hechos de la vida, muerte y gloria de Jesucristo y de su Santísima Madre. Estos están distribuidos en los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos.

La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una forma milagrosa: la Virgen se apareció a Santo Domingo de Guzmán y se lo entregó como un arma poderosa para la conversión de los herejes y otros pecadores de esos tiempos. Además, le encomendó la tarea de propagar su devoción.

Punto dos: El combate de la oración

1. ¿Por qué orar es difícil?

Los maestros espirituales de todos los tiempos han descrito el crecimiento en la fe y en el amor a Dios como un combate, en el que se lucha a vida o muerte. El campo de batalla es el interior de la persona. El arma del cristiano es la oración. Podemos dejarnos vencer por nosotros o por nuestro egoísmo, perdernos en nimiedades o ganar como premio a Dios. [2725-2752]

2725 La oración es un don de la gracia y una respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo. Los grandes orantes de la Antigua Alianza antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la oración, de la unión con su Dios. Se ora como se vive, porque se vive como se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo, tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El “combate espiritual” de la vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración.

2. Obstáculos para la oración

2726 En el combate de la oración, tenemos que hacer frente en nosotros mismos y en torno a nosotros a conceptos erróneos sobre la oración. Unos ven en ella una simple operación psicológica, otros un esfuerzo de concentración para llegar a un vacío mental. Otros la reducen a actitudes y palabras rituales. En el inconsciente de muchos cristianos, orar es una ocupación incompatible con todo lo que tienen que hacer: no tienen tiempo. Hay quienes buscan a Dios por medio de la oración, pero se desalientan pronto porque ignoran que la oración viene también del Espíritu Santo y no solamente de ellos.

2727 También tenemos que hacer frente a mentalidades de “este mundo” que nos invaden si no estamos vigilantes. Por ejemplo: lo verdadero sería sólo aquello que se puede verificar por la razón y la ciencia (ahora bien, orar es un misterio que desborda nuestra conciencia y nuestro inconsciente); es valioso aquello que produce y da rendimiento (luego, la oración es inútil, pues es improductiva); el sensualismo y el confort adoptados como criterios de verdad, de bien y de belleza (y he aquí que la oración es “amor de la Belleza absoluta”, y sólo se deja cautivar por la gloria del Dios vivo y verdadero); y por reacción contra el activismo, se da otra mentalidad según la cual la oración es vista como posibilidad de huir de este mundo (pero la oración cristiana no puede escaparse de la historia ni divorciarse de la vida).

2731 Otra dificultad, especialmente para los que quieren sinceramente orar, es la sequedad. Forma parte de la oración en la que el corazón está desprendido, sin gusto por los pensamientos, recuerdos y sentimientos, incluso espirituales. Es el momento en que la fe es más pura, la fe que se mantiene firme junto a Jesús en su agonía y en el sepulcro. “El grano de trigo, si […] muere, da mucho fruto” (Jn 12, 24). Si la sequedad se debe a falta de raíz, porque la Palabra ha caído sobre roca, no hay éxito en el combate sin una mayor conversión (Lc 8, 6-15).

Frente a las tentaciones en la oración

2732 La tentación más frecuente, la más oculta, es nuestra falta de fe. Esta se expresa menos en una incredulidad declarada que en unas preferencias de hecho. Cuando se empieza a orar, se presentan como prioritarios mil trabajos y cuidados que se consideran más urgentes; una vez más, es el momento de la verdad del corazón y de su más profundo deseo. Mientras tanto, nos volvemos al Señor como nuestro único recurso; pero ¿alguien se lo cree verdaderamente? Consideramos a Dios como asociado a la alianza con nosotros, pero nuestro corazón continúa en la arrogancia. En cualquier caso, la falta de fe revela que no se ha alcanzado todavía la disposición propia de un corazón humilde: «Sin mí, no podéis hacer nada» (Jn 15, 5).

2733 Otra tentación a la que abre la puerta la presunción es la acedia. Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. “El espíritu […] está pronto pero la carne es débil” (Mt 26, 41). Cuanto más alto es el punto desde el que alguien toma decisiones, tanto mayor es la dificultad. El desaliento, doloroso, es el reverso de la presunción. Quien es humilde no se extraña de su miseria; ésta le lleva a una mayor confianza, a mantenerse firme en la constancia.

3. ¿Cómo evitar distraerme?

2729 La dificultad habitual de la oración es la distracción. En la oración vocal, la distracción puede referirse a las palabras y al sentido de estas. La distracción, de un modo más profundo, puede referirse a Aquél al que oramos, tanto en la oración vocal (litúrgica o personal), como en la meditación y en la oración contemplativa. Dedicarse a perseguir las distracciones es caer en sus redes; basta con volver a nuestro corazón: la distracción descubre al que ora aquello a lo que su corazón está apegado. Esta humilde toma de conciencia debe empujar al orante a ofrecerse al Señor para ser purificado. El combate se decide cuando se elige a quién se desea servir (cf Mt 6,21.26).

Consejos para combatir las distracciones durante la oración:

  • Examine y determine sus prioridades Si colocamos la oración por delante de todas nuestras otras tareas que tenemos, nuestra mente sabrá cuál es lo más importante y se enfocará en eso.
  • Buscar el momento y lugar adecuado.

Para concentrarnos tenemos que ayudarnos eligiendo la hora, el lugar, la postura, el ambiente, etc. Ir al lugar que más te ayude, ordinariamente ayudan más los espacios pequeños, cerrados, bien ventilados, silenciosos, con poca luz. Tomar una postura respetuosa, cómoda, atenta (puede ser sentado con la espalda recta, de rodillas o como más ayude a cada uno). Apartar o cerrar las puertas a todo aquello que distraiga o pudiera distraer (ruidos, imágenes, objetos, personas, desorden…), poner aquello que ayude a concentrarse. Elegir la hora en que la mente esté más serena: para algunos será al inicio del día, para otros al atardecer.

  • Ayuno de tecnología.

Una práctica a considerar es ayunar de la tecnología una hora antes de la oración. Nuestra mente necesita algún descanso de toda estimulación y ayunar de la tecnología nos puede ayudar para aquietar nuestra mente para la oración.

  • Voluntad y paz interior.

Para orar es necesario un ambiente de quietud. Quietud es tranquilidad, sosiego, reposo, calma, estabilidad. Una quietud del cuerpo, pero sobre todo quietud interior, quietud profunda. Cuando algo te distraiga, puedes valerte de eso mismo para regresar a Dios. Por ejemplo: si te distrae una persona que está haciendo ruido, puedes hacer de eso materia de tu conversación con Jesús.

  • Ora despacio y con mucho cuidado.

Si nos enfocamos en las palabras que decimos y de manera deliberada, nuestra atención se pone en estas palabras nuestra mente estará en capacidad de mantener su atención en esta tarea de manera sostenida.

  • Invoca la ayuda del Espíritu Santo

Pidamos la guía del Espíritu Santo. Dios debe ser la primera persona a la que pidamos ayuda, para evitar las distracciones. El espíritu Santo es nuestro intercesor y es El que nos enseña a orar.

  • Atender al Huésped

“Cuando ores, entra a tu cuarto, cierra la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto…” (Mt 6,6) Dios habita en nosotros desde nuestro bautismo, es el huésped de nuestra alma, nosotros somos morada de Dios. Un huésped merece atención. Del anfitrión se espera que esté con el huésped mientras le acompaña en su casa. El Espíritu Santo está siempre con nosotros, dentro de nosotros. Por tanto, espera que le pongamos atención y estemos con Él.

Antes de entrar a una iglesia San Francisco de Asís solía decir:

“Mundanos y frívolos pensamientos, quédense aquí en esta puerta hasta que regrese”.

Punto tres: Tips para orar mejor

1. ¿Cómo podemos mejorar nuestra oración?

Consejos para mejorar nuestra oración:

  1. Recogimiento y abandono. Hemos de prepararnos bien ante la oración. Orar no es cualquier cosa y sobre todo, no es una oración puramente mental, sino que compromete todo nuestro ser y todos nuestros sentidos.
  2. Emplea el tiempo necesario. No empieces a rezar hasta que hayas logrado instalarte en un clima de recogimiento y entrega. Esfuérzate en conseguir un tiempo mínimo y exclusivo para tu momento de conversación con Dios. Trata de conseguir un horario fijo y un tiempo determinado para quedar con el Señor cada día.
  3. Evita distracciones. Acalla todo lo que te rodea y perturba. Es muy frecuente que comencemos a rezar y sigamos conectados a todo lo que nos ocupa nuestro pensamiento fuera de ese momento de encuentro con el Señor. Pero haz en ejercicio diario de que cada vez sea menos recitar y más conversar.
  4. No vayas a la oración por cumplir. Que cada encuentro sea una verdadera conversación con Dios. En cada momento que estés frente al Sagrario, por muy cotidiano que sea, que sea por amor. Detente en cada una de las palabras que estás rezando porque hoy es eso lo que le quieres decir al Señor.
  5. Escúchale. Dile a Dios que quieres estar atento a lo que te dice, aunque el ruido de tus preocupaciones te distraiga, manifiéstale tu intención de estar receptivo a lo que te quiera decir, estando pendiente de sus palabras, disfrutando de ese encuentro.
  6. Disfruta de los silencios. En ocasiones iras al rezo cotidiano sin saber exactamente que oración usar. Instálate en el silencio.
  7. Utiliza tu propio lenguaje para hablar con Dios. No inventes retóricas expresiones que distraigan el mensaje que le quieres dar. Ten en cuenta que El conoce tus intenciones y solo está a le espera de un encuentro en el que fluya su amor. Si quieres hacer una oración concreta y no la entiendes, detente y piensa lo que estás diciendo.
  8. No ocultes tus pecados. Muéstralos en tu oración. No hay mejor momento. Es en ahí cuando encontrarás a un Dios receptivo que acoge tus miserias sin medida. No te escondas, muéstrate. “Tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 18).
  9. Que cada rato de oración sea un nuevo descubrimiento. Encuentra en ese momento nuevas cosas de tu interior que afloran en ese encuentro con Dios. También van a surgir nuevas cosas de El hacia ti. Que afloren pecados escondidos, virtudes desconocidas, pensamientos reveladores, un futuro esperanzador, una reconciliación con el pasado, un sentimiento de perdón convencido.
  10. Pon orden. En este dialogo interior con Dios ordena tus inquietudes, lo que te agobia, lo que te entristece, los proyectos que tienes entre manos. No los calles, compártelos con el Señor.
  11. Cultiva la vida de gracia: vida Eucarística y confesión frecuente. La Eucaristía es el alimento del orante. Como laico caminas en la selva y en el desierto, navegas en mares agresivos, tienes la responsabilidad de confesar tu fe en ambientes difíciles: necesitas audacia y fortaleza. Estar en gracia de Dios es valorar su amistad, cultivar la fidelidad en el amor, consciente de la propia debilidad y miseria que te lleva a hacer lo que no quieres.
  12. Pide a Dios y a María. El trato de amistad con Dios es un regalo que tenemos que pedir. Puedes esforzarte mucho remando contra corriente sin avanzar; hay que alzar las velas para captar el viento del Espíritu y avanzar bajo el impulso de sus alas. Suplícale a María que Ella, como buena madre y como maestra de oración, interceda por ti y te obtenga de Su Hijo la gracia de la intimidad con Dios. Pídele a la Virgen María que cada día le diga a Jesús: “No tiene vino” (cfr. Jn 2, 3) y espera que Jesús te haga el milagro de convertir el agua o el vinagre de la vida ordinaria en vino de amistad con Él.
  13. Lee la Biblia. La lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues «a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras»”. (Catecismo 2653). Cuando más se conoce a Jesucristo más se gusta su presencia, más le amas, más cerca quieres estar de Él.
  14. Pide acompañamiento espiritual. Busca un director espiritual que te ayude y guíe en la oración.
  15. Sé práctico.
  16. Participa en un grupo de oración: El Papa ha hablado de las “comunidades creativas” donde los laicos se apoyan entre sí y se ayudan a crecer y perseverar en la fe.
  17. Busca un lugar que sea inspirador para ti: una capilla silenciosa, una ermita, un monasterio, un jardín. Ten contacto con la naturaleza, asómbrate de su belleza y armonía
  18. Consigue libros de meditación cristiana, suscríbete a servicios que envían por correo puntos de meditación, etc.

2740 La oración de Jesús hace de la oración cristiana una petición eficaz. Él es su modelo. Él ora en nosotros y con nosotros. Puesto que el corazón del Hijo no busca más que lo que agrada al Padre, ¿cómo el de los hijos de adopción se apegaría más a los dones que al Dador?

2741 Jesús ora también por nosotros, en nuestro lugar y en favor nuestro. Todas nuestras peticiones han sido recogidas una vez por todas en sus palabras en la Cruz; y escuchadas por su Padre en la Resurrección: por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre (cf Hb 5, 7; 7, 25; 9, 24). Si nuestra oración está resueltamente unida a la de Jesús, en la confianza y la audacia filial, obtenemos todo lo que pidamos en su Nombre, y aún más de lo que pedimos: recibimos al Espíritu Santo, que contiene todos los dones.

2743 Orar es siempre posible: El tiempo del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros “todos los días” (Mt 28, 20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8, 24). 2744 Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos llevar por el Espíritu caemos en la esclavitud del pecado (cf Ga 5, 16-25). ¿Cómo puede el Espíritu Santo ser “vida nuestra”, si nuestro corazón está lejos de él?

Orar como María

El icono más antiguo que se conserva de María la representa en actitud orante, con los brazos levantados hacia el Señor. María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María.

La Iglesia se une a María en la esperanza (LG 68-69). En la conciencia de la Iglesia, María permanece como la mujer creyente que vive en la oración y que comparte su alabanza con los hombres y mujeres de la tierra.

En el silencio escuchó la Palabra, hasta el punto de ser llamada ‘la virgen oyente de la Palabra’. Con su disponibilidad (“Aquí estoy”) se dejó hacer y se convirtió en la mujer construida sobre la gracia. Vivió y guardó las cosas de Dios en el corazón, ese espacio original de la plegaria, allí donde habita el Espíritu de Dios. Desde el don de Dios escudriñó los signos de los tiempos, interpretó y vivió los acontecimientos de la historia. “Avanzó en la peregrinación de la fe”.

Conclusión.

La oración es una herramienta importante en la vida del cristiano, es la fortaleza y ayuda al crecimiento de la fe espiritual y de ese acercamiento con Dios. Orar es dialogar con Él, es elevar nuestro corazón para tener una relación viva y en plenitud con el Señor. La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual, con ella permitimos que la vida del espíritu se desarrolle.

La oración se ve envuelta de muchos obstáculos y tentaciones que continuamente tratan de detenernos a practicarla y vivirla, de alejarnos de Dios; por ello debemos de superar esos obstáculos y ganar ese combate espiritual constante a través de las diferentes prácticas y consejos que la Iglesia nos brinda. Así mismo debemos dar prioridad a nuestra conversación con Dios, debemos de seguir el ejemplo perfecto de orante que es María y fomentar los hábitos para vivir mejor la oración.


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